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Editorial: La guerra sucia del 2024 en Uruapan

Durante el periodo electoral, los contendientes utilizan todo su poder mediático, su estructura partidista o social y su colmillo político, para coronarse en las urnas el día de la elección, por eso no es de extrañar que, durante el transcurso de unas elecciones, aparezca la palabra “guerra sucia” en más de un candidato.

Las elecciones del 2024 en la ciudad de Uruapan, no son la excepción. A poco más de una semana de haberse iniciado, uno de los aspirantes hizo mención a una posible guerra sucia en su contra, no paso más de una semana cuando otro de los contendientes más fuertes a coronarse por la alcaldía de la Perla del Cupatitzio, aseguró que sus adversarios están organizando boicots y propagando desinformación.

Estos actos son comunes y hasta cierto punto sanos en una elección democrática. Incluso, la línea que separa la competencia álgida de los delitos electorales puede llegar a ser muy delgada en algunas ocasiones, sin embargo bajo ninguna circunstancia, las tragedias deberían ser utilizadas como herramientas o emplearse para finalidades políticas.

La serie de incendios ocurridos hace unos días en varias de las zonas protegidas y bosques alrededor de la Perla del Cupatitzio, podrían haber sido consecuencia de la competencia electoral, por lo menos eso fue lo que dio a entrever uno de los aspirantes electorales.

Más allá de culpables o acusadores, es necesario que los contendientes puedan analizar los impactos y los ecos de sus acciones a mediano o largo plazo. De lo contrario, será cada vez más difícil sanar las heridas post-electorales y apagar los incendios comenzados durante las elecciones.

El daño causado durante la contienda puede ser profundo y duradero, afectando no solo a los candidatos y sus seguidores, sino también a la comunidad en su conjunto. La devastación ambiental en el contexto de una sequía severa, agrava los riesgos para la vida humana y animal, desencadenando consecuencias que no pueden ser ignoradas en aras de la ambición política.

A fin de cuentas si roma se incendia, nadie podrá ser el nuevo César.

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