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Editorial: Los espejismos digitales del 2024

Con el inicio del período electoral, las piezas sobre el tablero de la política comienzan a moverse. En muchos sentidos, esta movilización se ve en la estructura partidista y en el “músculo” popular que el político u operador tenga respaldándolo. Durante décadas, estos han sido unos de los principales indicadores que muestran la popularidad o el alcance de una figura que aspira a competir en las elecciones de nuestro país, sin embargo, desde hace diez años, con el auge de los medios digitales, las redes sociales también han cobrado una importancia muy particular en las decisiones de carácter electoral.

A partir de que aparecieron las redes sociales oficiales y se pudieron contabilizar los seguidores que cada figura pública tiene, los canales digitales comenzaron a cobrar una importancia cada vez más fuerte. Al día de hoy, son considerados pilares en la comunicación de las figuras políticas, tanto locales como nacionales.

No es para menos ya que, los perfiles de redes sociales de los servidores públicos son el canal directo con sus simpatizantes y también se han convertido en los espacios digitales donde ellos pueden dar a conocer sus acciones, eventos y también sus propuestas o las posturas que tienen ante diversos temas.

Sin embargo, estos espacios, que en primer lugar parecen ideales para comunicar un mensaje a favor, tienen un arma de doble filo y es que, en el mundo digital, todo está diseñado para encerrar a los usuarios en burbujas que los sesgan, todo puede ser un espejismo ahí.

Esto lo hemos podido ver con aspirantes nacionales y locales de 2024, quienes pueden tener grados muy altos de compromiso e interacción con sus seguidores digitales, pero que han demostrado grandes carencias en su capacidad de convocatoria y movilización en mítines. Estas primeras advertencias son una señal clara de que en el sector político y electoral, el dejarse seducir por los mundos que construyen las redes sociales puede costar elecciones.

Lo ideal es encontrar un equilibrio, ya que paradójicamente, el dejar de lado el mundo digital es una señal clara de debilidad política y falta de adaptabilidad a la forma en que se comunica la gente hoy en día.

Es aquí donde vuelve a cobrar importancia la capacidad operativa y la estructura social que se tenga, ya que sin esta, será imposible mantener el contacto directo con los votantes y conocer los temas que más les interesan. Además, es indiscutible que el carisma que tenga el aspirante será fundamental para poder generar empatía con los votantes a los que se dirige.

Aquel aspirante u operador que pueda entender y navegar mejor en medio de estas dos líneas tendrá la ventaja al cierre de las elecciones.

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